Doscientos días, veintitrés minutos y un segundo atrás me enamoré de ti. Mi corazón dejó de invernar al verte. Unos días después me decepcionaste, mi corazón borracho lloró solo una noche de julio, me pediste perdón y todo se arregló. Mi corazón volvió a confiar en ti, a tener una cierta esperanza de que esta vez si iba la vencida, sin importar si era la tercera o no. En algún momento, no sabría decirte en cual intenté vestirte de príncipe azul y la cosa no fue bien, nunca se te quedó bien un disfraz tan cutre. Cien días después me dijiste adiós, a tu peculiar manera, luego volviste a por mí esperando encontrarme donde me habías dejado y te deparaste con que yo también sé moverme por mí misma y no te había esperado. A mí tampoco nunca me ha quedado bien los disfraces de princesas que duermen cien años, o cosas así, soy más bien una cenicienta moderna ¡y si el reloj suena a las doce que le den!
No hay comentarios:
Publicar un comentario